miércoles, 6 de julio de 2011

La lealtad ...¿en política?

                                                                                                                              Eriberto De Pablo

   En circunstancias dadas y en contextos específicos, la lealtad es un término unívoco. No admite dudas respecto de lo que se pretende. Desde el diccionario, leal,  es aquel que sigue las reglas del honor, de la probidad, de la rectitud y de la fidelidad. Viene del latín "legalis" relativo a las leyes, conforme a la ley/ hombre fiel y de buena ley. Pero, cuando se predica de las personas fuera de tales o cuales circunstancias y contextos, el término se enrarece, en tanto polisémico, da lugar a interpretaciones desde una particular hermeneútica dominante, que confunde - llegado el caso- con "obediencia debida" desde una parcial y arbitraria verticalidad, en casos, de usanza mafiosa.

   Como vemos, parámetro obligado es la legalidad, es decir, sujeto a derecho, propio de comunidades jurídicamente organizadas, que garanticen la reciprocidad de trato libre e igualitario entre los integrantes. Del esclavo no se puede pretender lealtades, sino obediencias en gran parte serviles. De los ciudadanos la exigencia de lealtades se impone en situaciones límites que lesionen intereses del conjunto, el bien común, un proyecto nacional, patriótico, etc..Fuera de estos marcos referenciales el término es equívoco, y más que de desleales se habla de traidores.

     En particular desde la política, en democracias de masas, el liberalismo lo acuñó conforme necesitan dominar, los menos,  a los más. Lealtad, aquí supone sometimiento, decir "amén" a lo dispuesto desde arriba caso contrario, como si la lealtad fuese  unidireccional, el concepto se aplica de arriba a abajo, cuando lo cierto es bidireccional, es decir de ida y vuelta. Tanto se obliga a ser leal el que obedece como el que manda. Pero dado que, el largo proceso de construcción de la polis, revela luchas, la mayor parte cruentas, por el poder, no se lo ve en tal sentido, y las lealtades son  parte de estrategias dominantes en la cooptación y conservación de voluntades cautivas al servicio de quienes tienen y/o detentan el poder.

      También sabemos que quienes logran o pretenden el poder no se ajustan a formalidades legales o no, por tanto recurren a un variopinto de  fórmulas de sometimientos, cuyo extremos de hijos y entenados, dan con el amplio y flexible espectro mixto entre derecho y hechos, que hacen al mando, donde unos son incluidos, los que obedecen y otros, si no excluidos, seguro castigados, discriminados, etc.. Los premios y castigos resultan consecuentemente, de arbitrarias y parciales ponderaciones, según fuere. En el fondo subyace el preconcepto o prejuicio de la "lealtad" pero muy distante de congeniar en sus notas esenciales con las prácticas habituales de los tradicionales estilos políticos del país.

      Desde tales prácticas, advertimos, que en lugar de lealtades,  convicciones, doctrinas, principios, teorías, criterios, valores, etc.se pretenden  lealtades personales, que, con sus más y sus menos, pareciera, predominar el criterio borbónico anterior a la Asamblea del Año XIII, incluido el prerevolucionario del mismo año "0"  del "bicentenario", con servicios personales por parte de punteros, afiliados, simpatizantes, etc. alentados por promesas generalmente incumplidas, privilegios esperados, prebendas a futuro, etc. que aseguren la tropa militante, de dudosas lealtades por parte de los "conductores" aún cuando prometan " no los voy a defraudar" ¡Ni hablar si no lo prometen!

      De aquí entonces en tiempos que Ángel  Villoldo, desde lejos,  nos dice "abrir el ojo" para aprender el gran arte de vivir, sobre todo cuando la "matufia" esta en torno y dando vueltas. Con más razón debemos dar al término lealtad, la bidireccionalidad necesaria, en cuanto,  tanto vale para arriba como para abajo. Más en una República Democrática, más aún si el trato es de compañeros. 

      En política la lealtad se construye con hechos en un diálogo permanente de toma y daca entre conductor y Pueblo, donde  aquel hace lo que éste quiere. ¡Palabra de Perón!     

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